Las agujas del reloj
El látigo de dos varas que atiza el mundo sigue girando, pensé mientras se elevaba la entropía de la sala de estar.
Y sigo aquí, rodeado de inertes, incapaz de sentir algo, por mínimo que resulte.
Ansioso por experimentarlo, pierdo de nuevo el rumbo, creyendo encontrar el camino.
Subsisto a base de caramelos rancios que a nadie sacian pero a todos silencian.
Lucho por destapar el secreto que esconde, cuando cual morfina, me eleva a otra escena, en la que la percepción de mis sentidos escapa a la realidad.
Creo representar la clásica escena del vagabundo que no logra saciar su apetito, y sale en busca de otro bocado.
La insaciable solitaria que recorre mi interior es quien alimenta mi locura, adueñándose de mis impulsos, tomando el control del barco.
Y mientras, mi mente arde en llamas al compás de aquellas que nos atizan a diario, haciendo que flaquee, pues mis fuerzas cojean de más apoyos de que dispongo y entro en trance.
Mi cuerpo saciado, es víctima de la hiperactividad de mi inquilina que no descansa, pues sigue hambrienta. Vive al acecho de algo que me permita dar tregua a mi inanición, convertida ahora, en mi medio de transporte.
Mientras viajo a la deriva, mi tripulación de pseudos y sucedáneos me respalda; por lo que descuido el rumbo y encallo el barco.
¿Cuánto hace de esto? Resuena en mi cabeza...
Pero no se oye respuesta alguna.
Y es que las únicas que lo saben, hace tiempo que prendieron en llamas abrasando a todo aquel que se detuviera a contemplarlas.
No nos observes, parecen gritar.
Pues somos el símil del buen relato. Si te deslizas a través de nuestra enredadera de sensaciones, irás por buen camino. Si por el contrario, te permites seccionar dicha enredadera, mirando a pie de página al dígito que la encabeza, estarás perdido.
No dejo de escuchar cómo atizan a todas horas, me susurran, me advierten: Somos el relato que algún prosista se dignará a escribir.
Sin dígitos que nos pausen, ni decoros que nos distraigan, sin mezquinas apariencias, tan sólo un dejar de pensar, para comenzar a sentir.
Somos esa enredadera; mi hermana menor os dice corre, mi hermana mayor, vuela.
Fdo: Un hipócrita